LIDERAZGO DEPORTIVO

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SER UNO PARA TODOS

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La palabra líder proviene del inglés leader, derivada del verbo to lead, dirigir, ir hacia adelante.

El liderazgo es la capacidad de influir en otras personas para el logro de un fin determinado.

John C. Maxwell, autor de Las 21 leyes irrefutables del liderazgo condensa en tres palabras: «Liderazgo es influencia». En su libro Comportamiento Organizacional, Stephen P. Robbins extiende el concepto: «Encontramos que el liderazgo es un proceso de influencia en el cual un individuo facilita con su accionar el movimiento de un grupo de personas hacia el logro de un objetivo común». Desde otra perspectiva, Stephen Covey, en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, sostiene que «el liderazgo es la capacidad de inspirar a las personas para que ellas mismas aprecien y desarrollen sus habilidades».

Antes de to lead, ir hacia adelante, no sería descaminado pensar que el soporte de un liderazgo hecho y derecho se compone de un sólido autoliderazgo.

El líder debe serlo, ante todo, de su propia vida.

¿Cómo lograrlo?

Interpretándose, buceando en sí mismo sin sobrevalorarse ni menoscabarse.

Reconocerse en un límpido espejo interior.

Mal puede ejercer liderazgo quien no está a su propio cargo, no es responsable de su vida y no es capaz de manejar sus emociones ni resolver sus prejuicios.

Pues en ese caso buscará en los demás auxilio para sus inseguridades, remiendo para sus harapos.

Y, por lo contrario, el líder cabal se aplica a hacer aflorar lo mejor, más creativo y más provechoso de quienes lo rodean.

En cuanto al ser humano, desde el pasado remoto surgen señales que testimonian la aparición de líderes y seguidores. Cuando nuestro multimilenario pariente dejó de ser nómada y se estableció en un lugar fijo comenzó a organizarse en comunidades y a ejercitar las primeras prácticas de división del trabajo. Los individuos más capaces asumieron el papel de liderar y de tomar las decisiones en cuanto a organización y distribución de las tareas.                                                                              

El deber del líder de hoy no es resolver problemas, sino plantear las preguntas que sean necesarias para ayudar a sus seguidores a que ellos resuelvan los problemas que se les presentan. 
El naturalista francés Henry Fabre experimentó con la oruga procesionaria, un insecto que camina en fila india siguiendo mecánicamente a un líder hacia donde este se dirija. Fabre dispuso a estos insectos en un círculo, de tal forma que el líder estuviera pegado al último insecto de la fila. En el centro les puso un poco de 1comida. Las orugas, seguidoras por naturaleza, continuaron dando vueltas en círculo hasta que quedaron sin fuerzas para acercarse a su comida. Todos siguieron al líder, sin salir de la formación, aun cuando este se hallaba extraviado. 
Con este ejemplo, la Naturaleza nos induce a reflexionar sobre el estilo de liderazgo. ¿Estamos liderando a nuestros subordinados para formar seguidores o líderes? ¿Estamos formando seguidores oruga, que se limitan a cumplir órdenes sin cuestionar? ¿Procuramos formar personas capaces, provistas de un criterio propio? ¿Nos fijamos como objetivo formar personas responsables de sus actos? ¿Queremos personas que propongan con creatividad rumbos alternativos a los que plantea el líder?

Las palabras son mucho más que unidades léxicas constituidas por sonidos significantes y gramaticalmente categorizados; y que representaciones gráficas de esos sonidos.

Definidas así, rectamente, nos salteamos su contextura, su formato. El poeta chileno Pablo Neruda proclama. «Yo tomo la palabra y la recorro / como si fuera solo forma humana. / Me embelesan sus líneas, y navego / en cada resonancia del idioma».

En otra página agrega que «tienen sombra, transparencia, pero, plumas, pelos».

Y esta anotación que cotiza alto para el empleo de la palabra como herramienta de liderazgo: «Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita dentro de una frase que no la esperaba, y le obedeció».

El líder deportivo debe ser cuidadosamente selectivo a la hora de exponer verbalmente.

Las palabras claras, sencillas, limpias de ambigüedades serán interpretadas de igual modo por los destinatarios.

Ningún grupo humano se integra de autómatas. Los componentes presentan sus naturales diferencias y singularidades.

De allí que el líder “pondrá en escena” palabras parejamente entendibles y asimilables por cada uno, así se trate de persuadir, motivar o aplicar un “lavado de cabeza”.

Las instrucciones que se imparten durante los días previos a la competencia no son las mismas que las del “Minuto, Juez” del basquetbol, el “entretiempo” del fútbol o el minuto entre rounds del boxeo.

Pero todas requieren de planteamientos simples, de inmediata interpretación.

El líder evitará construcciones intrincadas, con inútil recarga de palabrería confusa.

Sus liderados no pueden ingresar provisto cada uno de un diccionario en el ámbito de la contienda.

Verdadero o producto de la leyenda, el siguiente episodio refleja el valor de un mensaje simple transmitido en el momento justo.

Mundial de Fútbol Chile 1962. Colombia vs. Rusia.

Promedia el segundo tiempo. Superioridad ofensiva y algunas flaquezas defensivas colombianas. Hasta entonces, Rusia: 4 – Colombia: 1.

El director técnico de Colombia, Adolfo Pedernera, celebridad de nuestro medio, aprovecha una pausa en el juego, entra en la cancha, junta a los jugadores y les dice: «Van a golearlos. Pero, por lo menos, diviértanse».

Palabras mágicas.

El equipo colombiano parece despertar de un sueño. Su accionar se torna más animoso.

Resultado final: 4 a 4.

Pese a todas sus actuales exigencias y autoexigencias; a su lucro incesante; al tremendismo de sus afanes “resultadistas”, y al uso como factor distractivo por parte del “poder”, el deporte en general sigue siendo, simplemente (ya que aludimos a la simplicidad) un juego, una justa de habilidades, una diversión sana.

También, un espectáculo.

A los jugadores y periodistas argentinos presentes en un partido con Japón jugado en Tokio a principios de los años sesenta les asombró que un gol nuestro fue coronado por aplausos del público.

Esa gente había ido a presenciar un espectáculo.

Así de simple.

Y con esa simplicidad concluye este artículo.

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